Hacia una abogacía consciente: Transformando los conflictos en oportunidades de aprendizaje

Rosalba MiguelBlog, Red profesionalLeave a Comment

"Un conflicto puede ser una oportunidad de crecimiento o una carga pesada; la diferencia está en cómo se aborda."
En este arituclo presentamos una visión pionera que transforma el enfoque de la abogacía en torno a valores de conciencia, colaboración y alta calibración para resolver conflictos de manera integral y constructiva. Antonio Romero y María José Millán, expertos en derecho civil y familiar, nos hablan sobre cómo aplican técnicas innovadoras de mediación y el modelo de calibración de LKC, una metodología desarrollada para introducir valores intangibles y la alta calibración en los procesos jurídicos.

¿Por qué una “abogacía consciente”? ¿Acaso puede la ley perder la conciencia?

Antonio Romero: Porque creemos que, hoy en día, las herramientas legales han olvidado a las personas. En nuestro trabajo, hemos visto que el sistema actual, a menudo, somete a los clientes a procesos largos y costosos que generan estrés, sufrimiento e incluso daños emocionales duraderos. En lugar de resolver problemas, el conflicto se alarga y se profundiza.

María José Millán: Claro. Esto nos llevó a buscar un nuevo enfoque, uno que no solo respetara a los clientes, sino también a quienes intervienen en el proceso. De ahí nace nuestra propuesta de “abogacía consciente”. Apostamos por la mediación, por evitar el conflicto judicial y por abordar los problemas desde la raíz, introduciendo valores de respeto y escucha activa. Queremos que los conflictos se conviertan en oportunidades de aprendizaje y que, en lugar de dividir, acerquen a las partes implicadas.

¿En qué se diferencia este enfoque de la abogacía tradicional?

A.R.: La diferencia principal es que nuestro objetivo no es “ganar a toda costa”. Estamos para ayudar al cliente, pero también para protegerlo de ese ciclo interminable de disputas legales. Por ejemplo, en la mediación buscamos soluciones consensuadas, entendiendo que el protagonismo lo tienen los implicados en el conflicto, no un tribunal. Nos guiamos por una metodología que permite trabajar desde una visión compartida del bien común.

Hablan de una metodología concreta, ¿a qué se refieren?

M.J.M.: Se llama LKC y es un modelo de trabajo que nos permite evaluar factores intangibles dentro del proceso legal, esos aspectos difíciles de medir que también influyen en un conflicto. Este método, basado en niveles de calibración, nos ayuda a entender qué tan receptiva está una persona o una situación para encontrar acuerdos o cuáles son las emociones en juego. Sabemos que cada caso es único, y con esta herramienta podemos “calibrar” el estado de las personas involucradas y prever, por ejemplo, si será posible alcanzar una solución de consenso.

¿Y cómo responde el cliente a este enfoque?

M.J.M.: La mayoría siente una gran liberación. No es raro que vengan personas completamente desgastadas, atrapadas durante años en un proceso judicial. Cuando entienden que nuestro objetivo es minimizar su desgaste y aliviar la tensión, comienzan a ver el conflicto de otro modo. Para muchos es la primera vez que ven en sus abogados no solo a defensores, sino a facilitadores de paz. Nos llegan casos, por ejemplo, de herencias familiares bloqueadas desde hace décadas que se resuelven en meses.

¿Significa esto que rechazan algunos casos?

A.R.: En efecto, porque si vemos que el caso no puede enfocarse con este espíritu de colaboración, simplemente explicamos al cliente que no somos el despacho adecuado para él. El “bien mayor” es la brújula de nuestro trabajo, y creemos que, si trabajamos desde esa premisa, el propio proceso se convierte en una experiencia de aprendizaje. No queremos añadir más violencia ni tensión a un sistema judicial ya de por sí muy cargado de sufrimiento.

¿Cómo funciona la mediación en un contexto tan judicializado como el español?

M.J.M.: No es sencillo, claro. Hay un gran desconocimiento sobre lo que la mediación realmente puede aportar, y a veces los propios clientes llegan con una mentalidad de “guerra”. Nos toca explicarles que su problema puede tener una resolución mucho más satisfactoria para todas las partes. La mediación les permite involucrarse de manera activa, con la guía de un mediador imparcial, pero ellos son quienes toman las decisiones, no un juez o un abogado. Este proceso crea un compromiso real con el acuerdo, porque lo construyen ellos mismos.

Pero, ¿la mediación realmente funciona en conflictos graves?

A.R.: Funciona, y diría que es especialmente eficaz en temas de familia o de herencias, donde el conflicto afecta a varias generaciones. Lo hemos visto en muchos casos. Cuando las personas implicadas son capaces de apartar resentimientos, la mediación abre la puerta a una reconciliación real. No decimos que sea sencillo, pero sí hemos comprobado que los acuerdos resultantes son mucho más duraderos que las resoluciones judiciales, porque se basan en el compromiso.

¿Creen que este modelo podría convertirse en una alternativa para otros despachos?

M.J.M.: Nos encantaría, y ese es precisamente uno de nuestros objetivos. Queremos construir una red de juristas que compartan estos valores y un enfoque humanista. Por eso hemos lanzado esta propuesta con Economía Humana, para acercar esta nueva visión de la abogacía a otros profesionales y animarlos a crear una red de apoyo mutuo. El cambio que buscamos implica a todo el sistema: desde los abogados hasta los jueces. La justicia puede y debe evolucionar.

Es un proyecto ambicioso. ¿Dónde esperan estar en un par de años?

A.R.: Queremos haber tejido una red de abogacía consciente, que quienes necesiten apoyo jurídico en toda España puedan contar con profesionales comprometidos con el bien mayor. Estamos seguros de que este enfoque beneficiará a todos, porque, como hemos comprobado, la mediación y la justicia consciente no solo resuelven conflictos, sino que sanan relaciones.

M.J.M.: Esperamos que el sistema judicial se abra cada vez más a esta visión y, sobre todo, que podamos ofrecer una alternativa humanista y ética que reduzca el dolor innecesario en los procesos judiciales. La abogacía tiene un gran potencial para mejorar la vida de las personas y para ser un agente de cambio positivo.

De una justicia de enfrentamiento a una justicia de aprendizaje… ¿Creen que estamos listos para ese cambio?

A.R.: No es una cuestión de estar listos o no. Las personas, y la sociedad en general, estamos pidiendo a gritos una manera de vivir más consciente y menos confrontativa. Si las leyes y el sistema judicial van por detrás, nosotros seguiremos adelante, porque sabemos que esto es lo correcto. Los abogados podemos hacer mucho más que representar una causa; podemos construir puentes de paz.

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¿Te imaginas un enfoque jurídico que convierta el conflicto en aprendizaje y reconciliación? Te invitamos a descubrir el servicio jurídico de Economía Humana, liderado por María José Millán y Antonio Romero, donde la abogacía consciente marca una diferencia real.Únete a esta transformación y experimenta una forma de justicia centrada en la paz, el bien común y el crecimiento personal.

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