Por una vivienda digna, estable y sostenible

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Gabriel Gomera, miembro de la Red Profesional e integrante del equipo Hábitat Humano

Desde los inicios del equipo Hábitat Humano de Economía Humana, una de nuestras mayores inquietudes ha sido la reflexión y la investigación alrededor de la vivienda.

Cómo garantizar el acceso, minimizar su impacto medioambiental, crear entornos saludables y armónicos para fomentar bienestar y promover la vida en comunidad son los ejes principales de las propuestas que estamos impulsando.

En este artículo, publicado en el Diario de Levante, Gabriel Gomera, integrante de Hábitat Humano, profundiza en la dificultad que tienen los sectores más vulnerables de la población para acceder de forma estable y digna a una vivienda, destacando uno de los proyectos llevado a cabo por la Fundación Novaterra, miembro de nuestra comunidad.

Naciones Unidas asignó al primer lunes de octubre de cada año el Día Mundial del Hábitat, para reflexionar sobre el estado de nuestras casas y el derecho básico de todos a una vivienda digna. El lema de este 2021 es «Acelerar la acción urbana para un mundo libre de carbono». Y se centra en el hecho de que las ciudades son responsables de alrededor del 70 % de las emisiones globales de dióxido de carbono. Con este propósito, muchas de las políticas públicas actuales tienen como meta la reducción de las emisiones de nuestro parque edificado. Todos compartimos la necesidad de esta transición energética hacia viviendas y entornos más sostenibles para el bien de nuestros ecosistemas y para el beneficio de nuestra salud.

Pero si analizamos algunos estudios más recientes, podemos observar que existe una parte importante de la población que sigue sin alcanzar un objetivo más básico, respecto al hábitat, que el de la sostenibilidad. Y no es otro que el de tener acceso a una vivienda digna y estable. Según el X Informe Sobre el Estado de la Pobreza en España 2020, desarrollado por la Red Europea contra la Pobreza en España (EAPN por sus siglas en inglés), se estima que el 21% de la población, casi 10.000.000 habitantes, vive en el umbral de riesgo de pobreza. Son familias que con sus rentas individuales o familiares apenas pueden sostener un hogar y una alimentación básica. Según el mismo estudio, un 4,7%, es decir 2,2 millones de personas, sufren carencia material severa y 1,7 millones se encuentran en situación de pobreza real. De estas cifras cabe destacar, además, que alrededor de 33.000 personas carecen de hogar y viven en la calle actualmente.

Estos datos muestran la magnitud de una situación de extrema vulnerabilidad, que padecen demasiados hogares de nuestro país, y la urgencia que requiere la aplicación de políticas públicas, insuficientes hasta el momento, que puedan garantizar un derecho y una necesidad tan básica como el acceso a la vivienda. No hay que olvidar que un inmueble es el pilar fundamental para el desarrollo social y colectivo de cualquier persona, y especialmente para aquellas que están en situaciones de exclusión social o profesional. Desde la experiencia de organizaciones que tienen como misión acompañar a las personas en este proceso de inserción, comprobamos cómo el binomio trabajo-vivienda estable es fundamental para superar con garantías una situación de exclusión.

Experiencias internacionales como el Housing First, que se han empezado a aplicar en España desde el 2014 coordinadas principalmente por las organizaciones Hogar Sí y Provivienda, y en colaboración con instituciones públicas de 12 ciudades, demuestran los beneficios que supone garantizar vivienda estable, segura y en entornos comunitarios para la recuperación de quienes son más vulnerables y se quedan sin hogar. Según algunos estudios realizados tras el programa piloto Hábitat, a los seis meses ya se observa una mejora significativa en su satisfacción con la vida, y se muestran más felices y satisfechas con su intimidad. Las personas que cuentan con una vivienda Housing First señalan que el padecimiento de dolor, la soledad, la ansiedad y la depresión han disminuido claramente, y se sienten más protegidas frente a situaciones discriminatorias y o de victimización.

Otra experiencia positiva, y ejemplo de colaboración público-privada, es la asistida por la Fundación Novaterra, con sede en Valencia y dedicada a la inserción laboral. Tras la situación agravante de la pandemia, con sus programas «Techo y trabajo» y «Fem Llar» han podido dar alojamiento durante este último año a 80 personas en diversas poblaciones, 30 de las cuales siguieron también sus programas de inserción laboral, y se consiguió que 22 de ellas actualmente hayan logrado un empleo digno que facilita su autonomía e integración.

Estas y otras experiencias confirman la realidad de una situación extendida en nuestro territorio, que necesita una actuación urgente y de proximidad. También nos muestra que la vivienda es clave para que las personas en exclusión más severa puedan iniciar un camino de integración estable y duradera. Y de estas experiencias se debe destacar que la colaboración social, empresarial e institucional aumenta la eficacia de las acciones que facilitan el acceso a una vivienda digna, estable y sostenible.


Autor: Gabriel Gomera miembro de la Red Profesional de Economía Humana e integrante del equipo Hábitat Humano

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